Lo que está en peligro es la democracia

Porque las instituciones no están funcionando como deberían. El judicial, lejos de ser un poder independiente, actúa muchas veces al servicio de intereses económicos concentrados, así como en la aceleración de causas que sospechosamente coinciden con momentos políticos y/o electorales. Se convierte así en una herramienta de proscripción política, anticipando fallos a través de grandes grupos mediáticos que forman parte del mismo entramado de poder.

No se trata de casos aislados, sino de un mecanismo de disciplinamiento social que busca limitar cualquier expresión política que cuestione el statu quo y que pretenda distribuir la riqueza. Frente a esto, vemos a un Pueblo que, aunque sorprendido y angustiado, comienza a organizarse. La Historia nos enseña que, ante el atropello y la brutalidad, el pueblo siempre encuentra caminos para resistir.

Sin embargo, la reacción de las organizaciones sindicales, actores fundamentales en la defensa de los derechos de las y los trabajadores, llega demorada o confundida, con dignas excepciones. La decisión de un paro “no es individual” y la democracia siempre “involucra directamente a los intereses de las y los trabajadores”.

Es importante reunirse y debatirlo cara a cara, práctica que no debemos abandonar.  Llamar “partidario” a un paro implica no comprender el eje de la discusión, o correrlo. De lo que se trata es de establecer si la democracia está en juego o no. Y, en caso afirmativo, defenderla.

Más allá de los titulares y los nombres propios, lo que el Poder Judicial ha hecho es volver imposible el ejercicio de un cargo electivo por voluntad popular. Lo que debería hacerse es un llamado a discutir, en base a argumentos y no a emociones, si pesa sobre la democracia esa amenaza. Con independencia de simpatías o antipatías. La posición gremial o sectorial no puede ser equiparada a un acto de fe individual. 

Hoy más que nunca, necesitamos instituciones que sirvan al bien común y no a intereses particulares. Necesitamos un poder judicial independiente, medios de comunicación responsables y organizaciones sociales y sindicales activas y comprometidas. Porque sin eso, lo que está en juego no es solo un proyecto político, sino la democracia misma.