Un nuevo 24 de marzo nos reúne, abrazando colectivamente la defensa de la democracia y ante el inmenso desafío de construir y asegurar un camino para la felicidad de nuestro Pueblo.
Aquí estamos. Ni la impunidad de antes ni la pandemia reciente han podido con la fuerza incontenible del reclamo: Memoria, Verdad y Justicia.
Como nos enseñaron tantos referentes que hoy extrañamos, ésta no es una lucha anclada en el pasado sino una plena construcción de futuro, como el que soñaban y buscaban las y los 30 mil.
Ése es el único homenaje posible. De nada sirven placas, pergaminos o expresiones en redes sociales. Para honrar a las víctimas del Terrorismo de Estado es necesario disponerse a transitar sus pasos, a tomar sus banderas, a no permitir injusticias.
En lo que nos toca, es arduo el camino que aún debe transitar la Universidad Nacional del Sur. Institución de tranco demasiado lento, que no hizo justicia cuando debía. Las luchas que se daban fuera de sus claustros y el amanecer de nuevas generaciones hicieron decantar lo resistido: el reconocimiento de la verdad histórica.
Ahora falta que eso se vuelque al presente y al futuro: que Nunca Más sus dirigentes caigan en reyertas o componendas de palacio en que la lógica es la del poder por el poder mismo, aunque medien injusticias atroces. Al final del día, lo único importante debe ser qué se hizo por nuestro Pueblo y nuestro tiempo.
Lo sabían ellas y ellos, los y las 30 mil, y por eso están cada día más PRESENTES. Ahora, y siempre.